domingo, 17 de marzo de 2013

El Juramento Hipocrático. Vocaciones (Capítulo I)

En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad. Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento del que son acreedores. Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones. Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí. Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos. No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase. Tendré absoluto respeto por la vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad. Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor”. Esta es la versión del juramento hipocrático que se redactó y actualizó en la Convención de Ginebra de 1945.

En su primera frase se resume lo que yo creo debería de ser la vocación de toda persona que desea dedicarse al noble ejercicio de la medicina: “...me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad”. Casi nada. Aunque esta frase bien podría haberse extraído de un libro que tratase sobre las actitudes del buen cristiano o de alguna sesuda disertación sobre el comunismo (idílicamente entendido), todo el mundo entiende que este debería ser el meollo de toda vocación médica.

En mi caso creo que no fue tan claro y que tampoco tuve ninguna clase de inspiración supra o extraterrenal al respecto. Creo que tristemente la decisión de dedicarme a la medicina tuvo más que ver con mi desconocimiento de otras carreras que me atrajesen, que con el deseo de dedicar mi vida a los demás. Pero, una vez metido en harina,..., sí, seguro que cierto sentimiento altruista pervive en mi, aunque a veces es difícil reconocerlo y, por supuesto, mucho más complicado es conservarlo con todo lo que nos rodea.

De lo que tengo fundadas dudas es que, al menos en su mayoría, las nuevas generaciones de médicos consideren esta premisa como parte de su vocación. Creo mas bien que los dos motivos fundamentales que impulsan a los futuros médicos son el dinero y una cierta notoriedad social, éxito o porque no, “fama”. Cuando ves series de televisión relacionadas con la medicina como “Anatomía de Grey”, “Hospital Central” o ésta del tío borde, te das cuenta hasta que punto se nos presenta distorsionada nuestra profesión. Héroes con batas blancas que se pasan el día ligando y de vez en cuando salvan alguna vida, cual Capitán Trueno. Nada más lejos de la realidad.

Quizás mi apreciación sea errónea y no sea mas que una de esas elucubraciones que te sobrevienen cuando has pasado la década de los 40 y tus pensamientos se vuelven rancios y reaccionarios. Ojalá sea así, y que cuando me toque, espero que dentro de muchos años, no me atienda un frío y engreído jovencito vestido de blanco con ínfulas de “vigilante de la playa”.

P.D: En el próximo capítulo: Maestros y maestrillos. La verdad es que el Juramento da para muchos capítulos.

domingo, 10 de marzo de 2013

...doctor, doctor,...póngame una ambulancia!!

Cuando acudimos a cualquier servicio público, ya sea la sanidad, la justicia, o cualquier otro, no es raro que nos sintamos decepcionados de la atención que se nos presta por parte de las personas que están de cara al público. Muchas veces, además, consideramos que no nos ofrecen lo que por otra parte consideramos que es nuestro derecho, ya que como decimos, “oiga!, es que yo le pago con mis impuestos”. Sin entrar a valorar el derecho o no de las personas a sus demandas e incluso a la sensatez de sus peticiones, lo que aquí pretendo es, a mi entender, decir qué procedimiento debe seguir cualquier persona para conseguir lo que quiera de la administración, sea cual sea su requerimiento. Al menos esto es lo que pasa en la sanidad, y me imagino que ocurra lo mismo en el resto.

La conducta a seguir se puede resumir en tres palabras: “montar el pollo”. Existen lo que “ellos” llaman “reclamaciones administrativas” para trasladar el descontento de los usuarios con la atención recibida, pero no nos engañemos, las han creado “ellos” y no sirven para nada. Pongamos por ejemplo un paciente que ha sido atendido en urgencias y al ser dado de alta desea ser llevado a casa en ambulancia. Si el médico que le vio no lo considera necesario, intentará exponer con mayor o menor éxito las razones para no hacerlo. Se referirá al buen estado de salud del paciente, al coste que supone, a las recomendaciones, “circulares” y demás sugerencias que periódicamente nos envían los jefes, o los jefes de los jefes, o los jefes de los jefes de los jefes. Sin embargo, a pesar de tu argumentación el paciente insiste, a veces con razón, en demandar un servicio al que cree que tiene derecho. ¿Qué hacer entonces para conseguirlo? Es bien fácil, “montar el pollo”. Pero no un “quítame allá esas pajas”. No. Un POLLO con mayúsculas.

Yo soy de esos ingenuos que está convencido de que siempre debes apelar a la amabilidad y comprensión de la gente. Y sinceramente creo que este debería ser el camino para conseguir lo que crees es justo, lo que mereces como usuario. Pero he visto tantas veces que cuando un paciente no consigue lo que quiere, con sólo quejarse airadamente a los jefes, o en nuestro caso a la dirección médica, esta cede a las pretensiones del paciente dejando literalmente con el culo al aire al médico. Me imagino que con tal de evitar cualquier mal rollo, mala prensa o lo que sea, les importa un carajo que al médico que ha atendido al paciente y que ha intentado seguir sus directrices se le pierda el afecto y el respeto por parte de los pacientes. Después de esto es normal que uno sólo piense en colgar el “fonendo” y mandarles a todos a hacer puñetas, que es lo que se merecen. ¿Crees que tu médico debería hacerte un escáner?. ¿Que debería quitarte la vesícula u otra cosa de tu cuerpo?. Móntales el pollo y conseguirás lo que quieres.

Dedicado a mi cuñada, una experta en montar el pollo. !Ole tus cojones¡

domingo, 3 de marzo de 2013

Un nuevo proyecto (capítulo I)

Por fin parece que ya se ha puesto a andar. Después de mucho trabajo, algún cabreo y no pocas dudas, pero siempre con la ilusión intacta, mi nueva consulta está abierta para todo el que quiera visitarme. Siempre que puedo voy un ratito a verla, siempre intentando buscar algo que pueda mejorarla, algo que pueda hacerla más funcional. La miro con el cariño de saber que, a pesar de todos los inconvenientes, mi proyecto se ha cumplido. Pero también la miro con un poco de miedo. No el miedo a fracasar y perder el dinero invertido, si no el temor a hacerme esclavo de ella y dejar de disfrutar un sólo minuto de lo más importante de mi vida, mi mujer y mis hijos.

Después de meditarlo bien, he decidido dedicarla de manera preferente a los problemas del oído y vértigo por varios motivos; primero, porque es la parte de “la otorrino” sobre la que llevo trabajando más tiempo en el hospital, acudiendo a cursos todos los años con el fin de actualizar mis conocimientos médicos y quirúrgicos; segundo, porque todo lo relacionado con el órgano del sentido del oído me gustó desde mis estudios en medicina en Oviedo, y porque fue la causa fundamental por la que hace más de 20 años eligiera la especialidad de Otorrinolaringología cuando pasé mi examen MIR; pero sobre todo, y ya que va a suponer mucho tiempo para mi y mi familia atender la consulta de manera apropiada, poder disfrutar de ella haciendo el trabajo de mi especialidad que más me gusta y de la forma que creo es mejor para mis pacientes.

Hoy es domingo, y seguramente pase a verla. Acaba de nacer, todavía no le han salido los primeros dientes, pero al menos se porta bastante mejor que mis dos primeros hijos. No tiene gases y me ha dejado dormir toda la noche. Feliz día a todos.