jueves, 27 de junio de 2013

La guardia

El equipo de Valladolid. Yo soy el de abajo.
Estoy de guardia pero bastante lejos del área de urgencias, esa zona del hospital donde los enfermos se amontonan para meterles en unos asépticos y pequeños “boxes” donde la intimidad es todo un lujo. Me río yo de los que tienen miedo a perder su intimidad en facebook. Aunque estoy de guardia, pocas veces tengo que bajar a esa zona. Intento ver a mis pacientes en “mi” tranquila consulta de otorrino. Mi guardia, gracias a dios, suele ser bastante apacible, aunque de forma ocasional nos toca lidiar con algún caso jodido. Pero bueno, después de casi mil guardias, digamos que ya estoy curtido y mi grado de estrés es tolerable (62 pulsaciones por minuto en este momento). Aunque por una misteriosa razón, cuando vuelvo a casa después de haber estado 24 horas seguidas en el hospital mi estado de ánimo está entre borde y muy borde. Y ya sabéis quien lo paga..., “en la salud y en la enfermedad”,...

En mi primer año de especialidad como MIR en Valladolid teníamos que hacer “guardias de puerta”. Así las llamábamos. Era la auténtica urgencia, la urgencia de verdad, donde atendíamos a todo tipo de pacientes en una zona muy parecida a las urgencias de aquí. Te colgabas el fonendoscopio al cuello e ibas atendiendo a enfermos con dolor de barriga, de pecho, uno que se ahogaba, otro que vomitaba,..., vamos a quien cayese por ahí. Aunque habías recibido un curso rápido de urgencias o “como sobrevivir a un día de guardia”, allí estabas tú, más solo que la una, viendo a todo tipo de pacientes sin la preparación adecuada. Les pedías toda clase de pruebas. Que le duele el pecho, un electrocardiograma. Que no puede hacer de vientre, un electrocardiograma. Que tiene un juanete, un electrocardiograma. Y claro, así se iban acumulando y acumulando los pacientes. Supuestamente había unos médicos (los venerados adjuntos) que te asesoraban si tenias dudas, pero muchas veces les evitabas para ahorrarte una contestación como: ¿para esto me molestas? En definitiva, si yo hubiese hecho un estudio en mi atención médica sobre cual es la enfermedad más frecuente por la que acuden los pacientes de Valladolid al Hospital Clínico, ésta sería el cólico de gases, conocido vulgarmente como “pedo atravesado”. Tratamiento: AERO-RED. Espero haber acertado muchas veces.

Aunque me gustaría creer que las cosas han mejorado en los últimos años, cuando paso por la zona de urgencias del Hospital donde trabajo, los recuerdos de aquellos años me vuelven de manera inevitable. La primera impresión es que el peso de la urgencia sigue recayendo en los residentes de primer año, a los que también se les da el consabido curso rápido de urgencias. Se siguen pidiendo pruebas y pruebas para las que muchas veces no existe justificación, e incluso, agravado por el hecho de que existe una mayor disponibilidad para ello. En mis tiempos pedir un escaner era una quimera. La casta intocable, los especialistas que estamos “arriba”, nos cuesta un dolor “bajar a la arena” cuando nos llaman, salvo que tengamos residentes a nuestro cargo que lo hagan por nosotros. En definitiva, aparentemente las cosas no han cambiado mucho, y me imagino que el cólico de gases sea, como antaño en Valladolid, la enfermedad más frecuente entre la población que acude a urgencias aquí en León.

En mi humilde opinión, ¿no es verdad que del Servicio de Urgencias depende en gran medida la actividad asistencial del hospital en su conjunto?¿Qué la mayor parte del gasto hospitalario es generado en el Servicio de Urgencias, aunque es el más difícil de medir?¿Qué uno de los parámetros que miden el nivel de calidad asistencial de un hospital es la urgencia? Entonces, cuando demonios se van a dar cuenta nuestros gestores que el Servicio más importante en un Hospital es el Servicio de Urgencias. O es que las medallas sólo se dan por publicitar técnicas quirúrgicas de las que se benefician cuatro pacientes y cuatro políticos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario